“¿Usted ve lo mismo que yo? (…) quería un testigo, porque de golpe estaba convencida de que la chica del cuadro era igualita a mí”. La niña sentada del artista argentino Augusto Schiavoni nos da luces de cómo es la narradora y protagonista de El nervio óptico de María Gainza, publicado por Editorial Laurel.
No sabemos cómo se llama, pero sí que estudió Bellas Artes y que muchos hitos importantes de su vida fueron marcados por obras de arte. Habla de las piezas desde su biografía, con una perspectiva íntima, emocional e incluso física. “Apenas verlo, empecé a sentir esa agitación que algunos describen como aleteo de mariposas pero que a mí se me presenta de forma bastante menos poética”, dice de Caza del ciervo de Alfred de Dreux.
“Así era yo a los once años —sigue la escena del cuadro de Schiavoni—, los ojos separados, helados como la punta de una aguja, la carita de mal humor, la quijada jactanciosa (…)”. El nervio óptico recorre aleatoriamente episodios de la vida de la protagonista, sin orden cronológico ni conexión entre sí, narrados desde diferentes perspectivas.
El factor común es que son las obras –que a su vez dan paso a la revisión de ciertos momentos de la historia del arte– las que revelan esos episodios y que, en suma, dan cuenta de la trayectoria de la protagonista desde su infancia a la adultez. “La seducción de reconocerme fue clave (…) ¿No son acaso todas las buenas obras pequeños espejos? ¿Acaso una buena obra no transforma la pregunta ‘qué está pasando’ en ‘qué me está pasando’?”
Otras obras de arte que aparecen en el libro:
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