En 1805 un hombre único estrenó la única ópera de su vasto catálogo; Fidelio. Fue Ludwig van Beethoven (1770 – 1827), músico que admiramos por diferentes razones.

Fue un artista que tomó la tradición, pero abrazó la innovación y traspasó fronteras en el ámbito musical. Fue también un hombre de gran tesón, que logró escribir música hasta el fin de sus días a pesar de su avanzada sordera.

También supo equivocarse: admirador de los ideales de la Revolución Francesa, en principio había dedicado su Tercera Sinfonía a Napoleón, sin embargo, cuando se auto coronó emperador, Beethoven rayó la dedicatoria en la partitura y la dedicó a su mecenas.

Por eso y porque escribió música completamente innovadora, su figura y su legado trascendieron generaciones, manteniéndose vigente hasta hoy. Porque con su música, Beethoven cambió el mundo.

En pleno siglo XXI, y en un país pequeño como Chile, hay muchas personas y proyectos que también están cambiando el mundo. Con la música, la literatura, el patrimonio y con el arte en general; con su preocupación por el medio ambiente, la educación y la sociedad.

Por todo eso somos Fidelia. No somos Fidelio porque este es un proyecto creado por mujeres, sin embargo, están tod@s convocados. Somos Fidelia también porque comienza con las mismas letras que un valor que nos representa como comunicadoras y mediadoras, la fidelidad, una palabra que viene del latín, fidelĭtas:

De fidēlis –fiel– y el sufijo tās
De fidēs: confianza
De fīdō, -ere: confiar.

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