Entre la ribera del Río Biobío y la línea del tren que cruza la ciudad de Concepción, se impone el edificio que alberga al Teatro Biobío, un ejemplar destacado de la arquitectura contemporánea chilena. Es un inmueble de gran magnitud y carácter, que dialoga estéticamente con el gran monumento al 27F que está enfrente, y que dota de identidad al paisaje en que se emplaza y a la ciudad en su conjunto.
Por fuera, esta obra de los arquitectos Smiljan Radic, Eduardo Castillo y Gabriela Medrano simboliza una lámpara de papel que se ilumina cuando el escenario se activa. Cuando se cruzan las puertas de vidrio que dan acceso al edificio, recibe a los públicos una estructura de murallas y pilares de concreto, siempre rodeados de grandes ventanales que permiten ver, en cualquiera de los seis pisos, el río, la vegetación que lo rodea, el cielo y otros hitos de la urbe. La entrada principal es iluminada por una instalación del artista visual Iván Navarro, que funciona como una suerte de deconstrucción de la clásica araña o lámpara de lágrimas que ilumina los teatros más antiguos.
En el interior sorprenden también otras materialidades como una alfombra de fibra de coco que cubre los suelos y paredes de algunos espacios. Mosaicos de colores rojos, verdes, azules, en tanto, engalanan la guardarropía y los baños. La madera también es protagonista del edificio, por ejemplo, en la Sala Principal que, pintada de negro, conecta a las personas con la caja escénica —el escenario más grande de Chile— que da vida a los espectáculos de música y artes escénicas.
Teatro Biobío, la infraestructura cultural pública más grande de la última década, fue inaugurada un 7 marzo de 2018 con un homenaje a Violeta Parra y el estreno mundial del musical Llacolén, la primera producción propia del espacio penquista.
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